jueves, 8 de noviembre de 2007

El suicidio, Wanda Nara y La Mar en Coche


Es una política no escrita en todos los medios de comunicación que el suicidio es un tema que si se puede evitar, mejor. Es una regla que todos los periodistas comprendemos como necesaria y justificable ya que se ha comprobado que las noticias de este tipo no ayudan a disuadir a los potenciales suicidas sino todo lo contrario, los alienta.

Solamente son pasibles de publicar aquellos que involucren a personalidades reconocidas o encumbradas de la sociedad. Pero aquellos que se encuentren por fuera de la vida pública son pasados por alto ya que, como se explica más arriba, se teme una generalización de la tendencia a quitarse la vida.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) arroja números estadísticos tan drásticos y preocupantes, que si esto se tratase con la misma vehemencia con la que se trata el precio del barril de crudo en la prensa, tendríamos todos una idea más clara de por qué ocurren estas muertes. Pero son sólo personas, jóvenes y ancianos, mayoritariamente, por lo tanto para qué gastar espacio en los medios con algo que no retribuye dinero, y que además podría llevarse el dinero de los sponsors o potenciales clientes a otras empresas, aduciendo “cuestiones de índole moral”.

Pero los números no mienten. Según un informe de la OMS las tasas mundiales de suicidio aumentaron un 60 por ciento en los últimos 50 años, sobre todo en los países en vías de desarrollo. El número de muertes violentas en todo el mundo asciende a 1.615.000 de las cuales 815.000 son suicidios, más de la mitad, lo que implica que cada 40 segundos una persona pone fin a su vida. El mismo informe (2002) lo establece como la decimotercera causa de muerte mundial y, según la Organización Panamericana de Salud (2003), la tercera entre los adolescentes.

En Argentina el último estudio serio que arroja cifras concretas y un mapa con las provincias de mayor índice de suicidios se hizo en 2005, y estuvo a cargo del Dr. Hector Basile. Se estima que el 25 % de los casos ocurre entre los 15 y los 25 años, en su mayoría varones, pero las tasas entre las mujeres han aumentado considerablemente en los últimos tiempos.

Pero por qué los medios, la televisión particularmente, no habla de este tema, al menos no con la seriedad con la que debería. Al entender de quien escribe estas líneas, se trata de una cuestión de baja rentabilidad. La televisión es espectacularidad, impacto y, sobre todo, morbosidad. Sólo con remitirnos al caso de Juan Castro queda todo dicho. Hay que mantener la tensión, darle dramatismo a las cosas, crear expectativa y sobre todo, lograrlo sin superar el minuto y medio. No hay que aburrir al espectador-consumidor, esa es la ley primera.

Vivimos en una sociedad tan compleja como incomunicada (pese a que nos quieran hacer creer que estamos en el siglo de las comunicaciones). Inundada de estereotipos inalcanzables para el común de las personas, obscenamente alienadas; acostumbradas por decisión propia, a encogerse de hombros para no mirar al cartonero, a los mendigos en el centro y, sobre todo, a los niños en las avenidas pidiendo monedas vestidos en harapos y deambulando descalzos con el hambre en la mirada.

Cuántas veces se evita una calle con el auto para no tener que cruzarlos y así ahorrarse el nudo que se tiende a generar en el estomago. El automovilista se convence así mismo que al no verlo dejará de existir y que todo será glamoroso y genial como en Bailando Por Un Sueño. Cuerpos perfectos, fama, dinero, éxito, flashes, sexo, pasarelas, ostentación y bebes como los de la propaganda. Sentado en el sillón de Susana y acostándose por las noches con Jessica Cirio o Wanda Nara mientras levanta la copa del mundo convirtiendo el gol de la victoria en el minuto noventa.


Joseph Goebbels, ideólogo de la propaganda Nazi, dijo alguna vez: "Mientras más grande es la mentira, más fácil es que la gente la crea”. Son muchas las versiones que afirman que la causa de su muerte fue el suicidio.

La no concreción de estos objetivos, las primeras frustraciones, el abuso de drogas—que el Estado se preocupa poco en erradicar—, las depresiones crónicas y el desencantamiento que provoca vivir simultáneamente en dos mundos diferentes, uno real (la calle) y otro ficticio (el de la propaganda), pueden derivar en una muerte prematura e injustificable. Cómo no deprimirse cuando lo socialmente aceptado esta reservado a sólo unos pocos elegidos. Que pese a todo, no siempre soportan la carga de ser el estereotipo a seguir y terminan igual que aquellos que buscan imitarlos.

Jóvenes, adultos, pobres, ricos, mujeres y hombres. Todos sometidos a estas presiones por igual, ya sea en la escuela, en la calle, en sus círculos de amistades, en el trabajo, en sus relaciones sentimentales, en la interacción con los padres. Por lo tanto no debería de extrañar que cientos de miles en todo el mundo terminen acuñando la idea del suicidio. Las corporaciones mediáticas están al tanto de su influencia, de lo que muestran y de lo que quieren imponer. Son concientes de su impacto en la psiquis humana y sin embargo no hacen nada por reformular sus contenidos sino todo lo contrario, los profundizan.

El impacto que genera enfrentarse al mundo real, a sus desigualdades, a sus miserias, a la falta de posibilidades (educativas, laborales, etc.) y a su crudeza, sobre todo, si aceptamos la idea, de que todos se construyen así mismos como sujetos consumiendo y asimilando como real un mundo ficticio que, en la práctica, nada tiene de semejante con el que deben transitar. Permite comprender, no aceptar, el porque de la idea del suicidio.

Las leyes fundamentales que rigen al sistema capitalista, en el que vivimos, soñamos y nos desarrollamos esta fundado en la ley del consumo, de la acumulación de poder, la generación de riqueza y su dilapidación en objetos innecesarios. Alcanzar este fin debe ser la misión divina de todo ser humano en el periodo que transcurre entre sus años útiles y su ancianidad. ¿O acaso se puede seguir pensando que la existencia de empresarios que duplican el Producto Bruto Interno de muchos países latinoamericanos o del Africa subsahariana es casualidad?

Para los que puedan pertenecer a ese selecto grupo de afortunados siempre existirá Gran Hermano, de 12 a 14, los chimentos de la Canosa y Rial; soñar junto a Tinelli, el diario La Capital, el rock según Pergolini y el clásico del domingo seguido de Fútbol de Primera. Para los que no se conformen con todo esto está el revolver y las estadísticas o la rebelión a continuar mirando con pasividad una realidad prefabricada fundada en la sumisión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eze! como va mono.
Muy bueno de verdad lo que escribiste. Está muy bueno como escribis.
la verdad que cuando leia lo que escribiste, me acorde del capitulo de los simpsons que explota la tierra y unos pocos se van a otro planeta, otros pocos al sol, y la mayoria palma ahi nomas. Jaajaj! pero bueno, la gente se queja, pero sigue votando a los mismos garcas que hacen cagar de hambre a los pendejos en las calles, festejamos unas colectividades de mierda que discriminan aborigenes, para poner un stand de brasil que lo unico que tiene es birra... pero bueno... como dice el dicho, cada uno tiene lo que se merece.
un abrazo loco! que estes bien