28 de abril de 2011, primer encuentro de Hacks/Hacker BuenosAires. El lugar: areatres, Humboldt 2036, en el corazón de Palermo Hollywood. La hora de reunión: 18:30. Atrás habían quedado más de 300 km de autopista y cuatro horas de viaje desde Rosario, lo único que todavía no se había diluido era la expectativa de reunirme con gente totalmente desconocida en un lugar igual de ajeno y sin la más mínima referencia.
Aquella tarde noche un grupo de periodistas y programadores de software, en su mayoría de Capital Federal, junto a unos cuantos de otras ciudades del país, nos reunimos con la nada ambiciosa meta de comenzar a desandar un camino colaborativo. El leimotiv: aportar ideas y debatir en pos de la construcción de nuevas formas de comunicar a través de los medios de comunicación digitales. ¿Una boludez, no?
En fin, todavía seguimos debatiendo, intercambiando ideas y generando proyectos. Eso de construir y resignificar la comunicación digital, aún nos lo debemos. Pero volviendo a aquella tarde noche de abril—razón excluyente de toda esta perorata— hubo una disertación que nos dejó a varios con la sensación de estar compartiendo algo grande, importante...
Era la primera vez que le veía el rostro a SantiagoO’donnell. Que me lo cruzaba cara a cara. Conocía su trabajo. Su trayectoria. Su paso por el LA Times, por el Washington Post, por La Nación, sus columnas en la sección El Mundo de Página/12… Enseguida me supe ante una de esas pocas plumas necesarias que le quedan a la prensa argentina. Ésas que simplemente se dedican a hacer “un poco de periodismo”; otra de esas boludeces que todavía nos gustan destacar a unos que otros tantos boludos.
Lo que no esperaba, lo que no me imaginaba, era que O’donnell iba a aparecerse con semejante facha. Que se yo, uno se imagina distintas a las personas. Por suerte siempre pasa lo mismo, uno le erra fulero. Santiago tomó el micrófono vestido con una remera tipo chomba que alguna vez debió acusar un color azul respetable, algo maltratada a falta de una buena planchada, como agarrada a las apuradas, sin muchos miramientos. Pantalón suelto, de un color verde gastado por el uso, todavía tengo dudas sobre el tipo de tela, lo único seguro es que debía de ser cómodo, liviano. Para rematar unas buenas ojotas con agarre nada despreciables (de hecho yo también tengo unas iguales y puedo dar fe de que son muy prácticas. Lamentablemente para mí, es lo único que debo compartir con el autor de Argenleaks).
Lo que sigue a continuación es lo que denomino “mi primera primicia” (?). Aquel 28 de abril de 2011, Santiago O’donnell compartía con el grupo de Hacks/Hackers Bs. As. (una cofradía de 150 desconocidos) las peripecias que debió sortear para llegar a encontrarse con Julian Assange y hacerse así con un pendrive que en su interior guardaba 2510 cables secretos redactados por la embajada norteamericana en Buenos Aires. Una recopilación de conversaciones privadas, “seguras”, entre funcionarios de la sede local del Departamento de Estado y el mainstream político, económico y periodístico del país.
Los cables que refieren a Argentina representan tan sólo el 1% de la megafiltración que sacudió— y todavía sacude— al mundo diplomático internacional y que derivó en lo que se llamó la Primavera Árabe en Oriente Medio y el Norte de África. A su vez también representa, y esto dicho por el propio Santiago O’donnell, una nueva forma de ejercer y entender el periodismo.
Wikileaks más que un sitio dedicado a publicar secretos es una idea. Un manifiesto que afirma que a mayor transparencia, mayor será el control de las sociedades sobre los actos que llevan adelante sus gobiernos. Sus creadores creen en que la publicación de estos documentos puede poner un freno a las injusticias que constantemente se maquillan como inevitables bajo el paraguas de conceptos como libertad, democracia o derechos humanos.
Tal vez antes de realizar aquel viaje, antes de encontrarse con Assange, él sabía, intuía, que iba a terminar escribiendo Argenleaks. O tal vez no. En ningún momento se me ocurrió preguntárselo. Hoy eso es indistinto. El libro es un hecho y también es un hecho que en aquella tarde noche de abril, Hacks/Hackers Bs. As. fue el espacio en donde su autor realizó su proto-presentación en sociedad. Nos abrió la puerta de la cocina, nos dejo mirar, nos contó el cómo, los por qué, se permitió alguna que otra reflexión y en el final nos lanzó una propuesta que todavía nos retumba en la cabeza a varios.
Pero que mejor que Santiago O’donnell para contar todo esto, ¿no les parece?
1º Encuentro HHBA: Santiago O'donnell from Ezequiel Clerici on Vimeo.
Quien aparece en el segundo video es Javier Badaccaro, amigo y programador de Santiago O'donnell. Javier fue quien desarrolló el software que O'donnell utilizó para visualizar los cables de Wikileaks. Lo que sigue a continuación es la explicación técnica que dió Badaccaro frente al grupo de Hacks/Hackers Bs. As.
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